POR ROBERTO SPINDOLA
“A veces la más grande aventura es simplemente una conversación”
Amadeus Wolfe
Sabemos que la comunicación interpersonal forma parte de nuestra vida cotidiana y refleja tanto la forma que tenemos de entendernos como el trato que nos dispensamos unos a otros.
Es a través de la comunicación, como podremos entender los elementos que intervienen en todo acto expresivo, que se transmite de una persona a otra.
Así que cuando alguien se expresa no solo envía un mensaje, sino que envía diversas señales, en primer lugar destaca el contenido de la conversación en relación con la persona que “escucha”, desde luego que el propósito es influir y otro mensaje que se envía, es sobre la propia personalidad de quien habla.
Interesante saber que “debemos escuchar” lo que nos dicen los demás y en algunos casos, elegir cuál es el mensaje más importante al que debemos prestar atención.
Oscar Wilde mencionaba que “un buen conversador debe tocar todos los aspectos y al mismo tiempo concentrarse en nada”.
En la época victoriana que le tocó vivir a este autor, las anécdotas mordaces y la frivolidad inteligente se consideraban armas imprescindibles de la vida social, cuyo propósito era entretener.
Posteriormente para mediados del S XX, era muy común las charlas de sobremesas en las familias, en las que todos estaban atentos a las mentes más agudas y brillantes de quien mantenía una charla.
En el SXXI los usos y costumbres han cambiado, el trato se ha relajado y actualmente, no parece necesario dominar ninguna estrategia para conversar cuando nos encontramos en una reunión laboral, social o familiar.
Recordemos que cuando se trata de conversar, lo más importante es la naturalidad, el respeto y el interés de los interlocutores.
Pero actualmente con las redes sociales, la forma de comunicarse con las personas ha tenido un gran cambio, los “amigos” ahora en muy poco tiempo se tienen por cientos, pero curiosamente muchos de ellos no se conocen.
Estas modalidades de contacto ahora permiten “comunicarse” a cualquier hora del día, con una o varias personas de cualquier región del planeta así que las distancias prácticamente han desaparecido, pero también pueden aislar a las personas que están más cerca, ya que es un grave error, usar las redes sociales durante los momentos en los que tendría que estar interactuando con la gente que está presente.
No olvidemos que un buen conversador, respetuoso y educado, siempre mira a los ojos y mantiene la mirada, conoce perfectamente la diferencia entre ser directo o demasiado franco, y entre la asertividad y la agresividad, pero sobre todo, sabe cómo terminar de forma educada una conversación.
Conversar actualmente es un verdadero privilegio, se ha convertido en el arte sutil, no solo porque exige sinceridad, oportunidad y delicadeza, sino porque también requiere confianza.
En una auténtica conversación, intercambiamos opiniones, pareceres, sensaciones y emociones con el respeto absoluto, alejados del monólogo, de la conferencia, evitando el “yo ordeno y yo mando”, o del “yo estoy aquí y tú aquí y esto es lo que hay”.
Es necesario generar […conversaciones de calidad…], esas que no se limitan a gestionar, esas que nos animan a sacar tiempo para hablar con la pareja, o con los padres y los hijos como “al principio” de lo que uno lleva dentro, de lo que le preocupa y le apasiona, donde todo se puede decir, porque todo se puede escuchar y lo más importante te sientes comprendido.
Porque en una conversación existe el diálogo, se toman acuerdos y las mejores decisiones para un beneficio en común, porque en una conversación se encuentran respuestas a dudas además se resuelven los “problemas” y no puede ser un lugar para ofensas.
Por esta razón una conversación es transformadora, nos cambia todo y nos construye y nos hace sentir bien, por supuesto es también una terapia frente a situaciones estresantes de este mundo moderno.
Está comprobado que una conversación nos muestra tal como somos, implica en ocasiones tocar, abrazar, oler, descubrir en la mirada del otro (a) y todo lo que le ocurre.
Y eso simplemente no lo tenemos con la modalidad de la tecnología de las redes sociales, que se muestran como un arma de doble filo que nos puede “conectar” pero al mismo tiempo nos puede llegar a hundir en el más extremo de los aislamientos.
Así que le preguntaría:
¿Cuándo fue la última vez que converso con un amigo (a)?