POR Alejandro León
Imágenes difundidas en el portal oficial de la Universidad Veracruzana muestran a estudiantes cubiertos de lodo, con residuos en el cabello y sin equipo de protección adecuado, realizando labores de limpieza en zonas afectadas de la región Poza Rica–Tuxpan tras las recientes inundaciones. Presentadas como ejemplo de solidaridad y compromiso social, esas imágenes retratan, en realidad, una práctica institucional profundamente irresponsable: la exposición de jóvenes universitarios a riesgos biológicos graves en un contexto de aguas contaminadas.
Cuando el agua de lluvia se mezcla con aguas negras, el entorno se convierte en un caldo de cultivo de bacterias, virus y desechos tóxicos. Las normas de salud pública —desde la NOM-017-STPS-2008, que regula el uso del equipo de protección personal, hasta los protocolos de la Secretaría de Salud y las directrices de la Organización Panamericana de la Salud sobre seguridad sanitaria en tareas de saneamiento tras inundaciones— establecen que las labores de limpieza deben realizarse con botas impermeables, guantes, overoles, mascarillas y bajo supervisión técnica especializada.
Pero el problema no es solo sanitario, sino también ético e institucional. La Universidad Veracruzana no debería necesitar poner en riesgo la salud de sus estudiantes para demostrar su solidaridad. La exposición sin protección no es altruismo: es negligencia. Y lo más grave es que se utiliza —en el portal institucional y en redes oficiales— como material propagandístico, en un momento en que la propia comunidad universitaria enfrenta una crisis de legitimidad sin precedentes.
El caso no es aislado. Diferentes sectores universitarios, colectivos académicos y estudiantiles han señalado que la Rectoría ha privilegiado la propaganda con fines de legitimación política sobre el bienestar de su comunidad. Los simulados “Diálogos para una transformación integral hacia la excelencia”, realizados el 9 de octubre a puerta cerrada en la región —pese a que las actividades estaban formalmente suspendidas—, la tragedia ocurrida en Poza Rica el 10 de octubre, que afectó severamente a estudiantes y personal universitario, evidenció la falta de sentido de responsabilidad, previsión, acompañamiento y medidas de protección adecuadas por parte de las autoridades, y motivó la movilización histórica y sin precedentes de cerca de una decena de miles de estudiantes en las diferentes regiones de la Universidad Veracruzana.
Los hechos referidos no son errores fortuitos: son acciones consistentes y sistemáticas de una rectoría ilegítima y presuntamente ilegal, encabezada por el C. Martín Aguilar, que utiliza la imagen universitaria como herramienta de propaganda para ocultar la pérdida de legalidad y legitimidad que atraviesa la institución.
Lo que debería ser un ejercicio de solidaridad y responsabilidad social se convierte, así, en un montaje de autopromoción. En lugar de atender las causas estructurales del desastre —la vulnerabilidad de la comunidad universitaria en la región, la falta de protocolos y la negligencia institucional—, se privilegia la foto de estudiantes solidarios embarrados de lodo, mientras la universidad sigue sin asumir sus responsabilidades. En consecuencia, al momento de firmar esta columna, las facultades de Psicología, Biología, Arquitectura, Derecho, Humanidades y Artes continúan en paro.
La solidaridad verdadera no se mide por la suciedad en la ropa, sino por la claridad ética de las acciones. La Universidad Veracruzana, en lugar de exponer a sus estudiantes, debería garantizar su seguridad durante las labores de apoyo, sin convertirlos negligentemente en instrumentos de propaganda.
Si una universidad necesita el sufrimiento o la exposición de su comunidad para justificar su existencia o “limpiar” su imagen pública, claramente no actúa en nombre de los valores universitarios ni del bien común, sino en nombre de la simulación y el oportunismo.
Solidaridad en lodo: Propaganda y negligencia en la Universidad Veracruzana
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